27.05.2013
Tras volver de Halong Bay, todavía me quedan un par de días en Vietnam, aunque lentamente estoy planeando la vuelta. Echo un vistazo cada dos por tres a los precios de los vuelos de vuelta a Alemania, ya que el chalado que fija los precios me tiene majara. De 400 a 1000€, para arriba y vuelta abajo, no hay quien lo entienda, oiga.
Total, como tengo un día más, me decido a hacer una excursión con Simon, el alemán que conocí en Hue, y que todavía anda de parranda por aquí. ¿A dónde nos vamos esta vez? Pues a Tam Coc, uno de los destinos más populares en el norte de Vietnam, concretamente cerca de la ciudad de Ninh Binh (eso sí, en autobús, no en bici como los chicos de la foto).
El nombre de Tam Coc quiere decir en la lengua local, las tres cuevas. Consiste en un viajecito en barco por el río Ngô Đồng en una pseudobarca (ya veréis luego las fotos), desde el pueblo de Van Lam y vuelta, pasando por las mencionadas tres cuevas: Hang Cả, Hang Hai, y Hang Ba.
Pero antes de adentrarnos en el río, hacemos una primera parada. Hoa Lu fue la capital de Vietnam en los siglos X y XI. Situada entre inmensos arrozales y rocas de piedra caliza, fue el centro económico, político y cultural de la época, y aquí se originaron también las dos primeras dinastías imperiales de Vietnam.
Actualmente, no quedan vestigios de la antigua ciudad, y lo único que se puede visitar son los templos de Đinh Tiên Hoàng y Lê Đại Hành
Al final no dejan de ser como el resto de los 298423748923 templos que he visto a lo largo del viaje. Interesantes, sí, pero sin aportar demasiado. Como es costumbre, unas fotillos para ilustrar.
Y de aquí nos vamos a un restaurante en el que tenemos contratado buffet. Aquí el alemán, levantador de pesas, y yo, aprendiz de tirillas, nos ponemos las botas. No es que sea de muy alta calidad, pero teniendo en cuenta que hemos pagado 14 dólares por autobús ida y vuelta, dos horas de paseo en barco, alquiler de bicicleta y buffet libre, tampoco nos vamos a quejar demasiado. De ahí, ahora sí que sí, y bajo un calor insufrible, ¡nos vamos a la chalupa!
En un muelle que más parece un Beverly Hills venido a menos, rodeados de hordas de turistas, nos montamos Simoncito y yo en la barquita. Unas barquitas que son curiosas por dos motivos. Lo primero, que dan de todo menos sensación de seguridad. Y lo segundo, que las llevan unos “gondoleros” que reman con…. Y diréis, con las manos, ¿no? Eh…
Exacto, mis queridos lectores. Con los pies. A mí no me preguntéis cómo carallo han llegado a la conclusión de que es más práctico/rápido/cómodo, pero así lo hacen. Bueno, no todos. También nos hemos encontrado a la reencarnación de Ho Chi Minh a bordo de otra chalupilla.
El paisaje es espectacular. El río discurre entre unas gargantas gigantescas de piedra caliza hasta alcanzar cada una de las tres cuevas que mencioné al comienzo de la entrada. Y como es habitual en Vietnam, queda un poco empañado por la gran cantidad de barquitas que surcan las aguas. No sólo de turistas, sino también de vendedores ambulantes en lo que parece un Carrefour sobre las aguas. Bocadillos, snacks, bebidas, parasoles, ropa, todo lo que a uno se le pueda imaginar. Les falta venir a venderme una tele de plasma en el pedo con remos, no me fastidies.
Una horita casi bajo un sol terrorífico, disfrutamos del paisaje, que como os digo es muy bonito. Ahora sí, unas fotitos del lugar.
En el camino, hay unos momentos de tranquilidad en los que vamos pasando por las cuevas. Tranquilidad porque agobian menos los barquitos y porque deja de pegar el sol abrasador durante unos minutos.
Y tras la vuelta al ruedo, es decir, paseíto de dos horitas en la barquita, volvemos a tierra firme y recogemos las bicicletas que hemos alquilado. De aquí nos vamos, bordeando los arrozales, hasta la pagoda (sí, Goyita, “pagodas”, “pa bautizos” y “pa comuniones”) de Bich Dong.
Nos juntamos Simon, TZ (un chico de Malasia que hemos conocido en el bus) y un niño local que se nos ha acoplado. No sabemos muy bien qué hace el chaval porque lo que es inglés inglés no domina, y yo vietnamita vietnamita…tampoco.
La pagoda se localiza en las montañas calizas de Truong Yen y comprende tres palacios en tres niveles diferentes. Desde la parte superior de la misma, se contempla todo el valle.
Y ya nos toca regresar al autobús. Pero esta vez me dedico a fotografiar un poco algo que me llama mucho la atención. Por todas las calles y carreteras de la zona, encontramos montones de arroz secándose en el suelo, lo cual le da un color muy peculiar a esta parte del país.
Con esto y un bizcocho (y unas bia hoi), concluímos la visita al norte de Vietnam. Me ha quedado mucho por visitar, lógicamente, pero así tendré una excusa para regresar por aquí .
Tras volver de Halong Bay, todavía me quedan un par de días en Vietnam, aunque lentamente estoy planeando la vuelta. Echo un vistazo cada dos por tres a los precios de los vuelos de vuelta a Alemania, ya que el chalado que fija los precios me tiene majara. De 400 a 1000€, para arriba y vuelta abajo, no hay quien lo entienda, oiga.
Total, como tengo un día más, me decido a hacer una excursión con Simon, el alemán que conocí en Hue, y que todavía anda de parranda por aquí. ¿A dónde nos vamos esta vez? Pues a Tam Coc, uno de los destinos más populares en el norte de Vietnam, concretamente cerca de la ciudad de Ninh Binh (eso sí, en autobús, no en bici como los chicos de la foto).
El nombre de Tam Coc quiere decir en la lengua local, las tres cuevas. Consiste en un viajecito en barco por el río Ngô Đồng en una pseudobarca (ya veréis luego las fotos), desde el pueblo de Van Lam y vuelta, pasando por las mencionadas tres cuevas: Hang Cả, Hang Hai, y Hang Ba.
Pero antes de adentrarnos en el río, hacemos una primera parada. Hoa Lu fue la capital de Vietnam en los siglos X y XI. Situada entre inmensos arrozales y rocas de piedra caliza, fue el centro económico, político y cultural de la época, y aquí se originaron también las dos primeras dinastías imperiales de Vietnam.
Actualmente, no quedan vestigios de la antigua ciudad, y lo único que se puede visitar son los templos de Đinh Tiên Hoàng y Lê Đại Hành
Al final no dejan de ser como el resto de los 298423748923 templos que he visto a lo largo del viaje. Interesantes, sí, pero sin aportar demasiado. Como es costumbre, unas fotillos para ilustrar.
Y de aquí nos vamos a un restaurante en el que tenemos contratado buffet. Aquí el alemán, levantador de pesas, y yo, aprendiz de tirillas, nos ponemos las botas. No es que sea de muy alta calidad, pero teniendo en cuenta que hemos pagado 14 dólares por autobús ida y vuelta, dos horas de paseo en barco, alquiler de bicicleta y buffet libre, tampoco nos vamos a quejar demasiado. De ahí, ahora sí que sí, y bajo un calor insufrible, ¡nos vamos a la chalupa!
En un muelle que más parece un Beverly Hills venido a menos, rodeados de hordas de turistas, nos montamos Simoncito y yo en la barquita. Unas barquitas que son curiosas por dos motivos. Lo primero, que dan de todo menos sensación de seguridad. Y lo segundo, que las llevan unos “gondoleros” que reman con…. Y diréis, con las manos, ¿no? Eh…
Exacto, mis queridos lectores. Con los pies. A mí no me preguntéis cómo carallo han llegado a la conclusión de que es más práctico/rápido/cómodo, pero así lo hacen. Bueno, no todos. También nos hemos encontrado a la reencarnación de Ho Chi Minh a bordo de otra chalupilla.
El paisaje es espectacular. El río discurre entre unas gargantas gigantescas de piedra caliza hasta alcanzar cada una de las tres cuevas que mencioné al comienzo de la entrada. Y como es habitual en Vietnam, queda un poco empañado por la gran cantidad de barquitas que surcan las aguas. No sólo de turistas, sino también de vendedores ambulantes en lo que parece un Carrefour sobre las aguas. Bocadillos, snacks, bebidas, parasoles, ropa, todo lo que a uno se le pueda imaginar. Les falta venir a venderme una tele de plasma en el pedo con remos, no me fastidies.
Una horita casi bajo un sol terrorífico, disfrutamos del paisaje, que como os digo es muy bonito. Ahora sí, unas fotitos del lugar.
En el camino, hay unos momentos de tranquilidad en los que vamos pasando por las cuevas. Tranquilidad porque agobian menos los barquitos y porque deja de pegar el sol abrasador durante unos minutos.
Y tras la vuelta al ruedo, es decir, paseíto de dos horitas en la barquita, volvemos a tierra firme y recogemos las bicicletas que hemos alquilado. De aquí nos vamos, bordeando los arrozales, hasta la pagoda (sí, Goyita, “pagodas”, “pa bautizos” y “pa comuniones”) de Bich Dong.
Nos juntamos Simon, TZ (un chico de Malasia que hemos conocido en el bus) y un niño local que se nos ha acoplado. No sabemos muy bien qué hace el chaval porque lo que es inglés inglés no domina, y yo vietnamita vietnamita…tampoco.
La pagoda se localiza en las montañas calizas de Truong Yen y comprende tres palacios en tres niveles diferentes. Desde la parte superior de la misma, se contempla todo el valle.
Y ya nos toca regresar al autobús. Pero esta vez me dedico a fotografiar un poco algo que me llama mucho la atención. Por todas las calles y carreteras de la zona, encontramos montones de arroz secándose en el suelo, lo cual le da un color muy peculiar a esta parte del país.
Con esto y un bizcocho (y unas bia hoi), concluímos la visita al norte de Vietnam. Me ha quedado mucho por visitar, lógicamente, pero así tendré una excusa para regresar por aquí .