30.04.2013
Y estando en el estado de Marlborough no podemos dejar de hablar del vino. En este estado de Nueva Zelanda se encuentran cientos de bodegas de vino.
Haremos la ruta desde Picton a Kaikoura, en la que, a pesar de no visitar ninguna bodega, se disfruta de un paisaje espectacular, con los árboles y las viñas poniendo otra vez de manifiesto que aquí también existe el otoño.
El paisaje es espectacular, con enormes extensiones de terreno ocupadas por los viñedos de, aparentemente, distintas uvas. Por lo que hemos podido investigar, van desde el Riesling hasta el Sauvignon Blanc.
Atravesando los campos nos dirigimos a la costa. Nuestra intención es llegar a Kaikoura, lugar famoso por los avistamientos de ballenas y delfines.
En el camino, nos cruzamos con la playa de Kekerengu, muy famosa por la fuerza con la que rompen las olas contra la costa. Tampoco es tan fiero como lo pintan, aunque el tiempo en cosa de 50 kilómetros ha pasado de un día espectacular a un día de perros, con un viento y una lluvia asquerosas.
Y mientras descendemos por la carretera SH1, llegamos a la colonia de focas de Ohau Point. Este sitio nos lo recomendó el conductor de la lancha que nos llevó al parque nacional Abel Tasman, por lo que hagámosle caso y paremos a ver qué nos encontramos. Al mirar más detenidamente…
Increíble la cantidad de focas que hay en la colonia. No es posible contarlas porque puede haber miles. Creo que en mi vida voy a poder estar más cerca de un animal así en libertad. Eso sí, oler huelen que apestan.
Siguiendo por la costa, paramos en la catarata de Ohau. En teoría es una cascada que comunica con el mar y en la que las focas vienen a dejar a sus crías. Es decir, una guardería de focas. Ya que el cartel habla de otros meses, salimos como podemos de la furgoneta a duras penas porque diluvia con pocas esperanzas de encontrarnos algún cachorro de foca por los alrededores. Pero cuando llegamos allí…
Es algo increíble. Cientos y cientos de foquitas que juegan en la cascada, saltando de piedra a piedra, mordiéndose entre ellas, etc. Básicamente lo mismo que hacen los niños en las guarderías… ¿O no?
Y tras el shock y la impresión de ver a las focas tan de cerca, retornamos a darle a la rosca camino de Kaikoura. Al llegar allí, no nos podemos llevar una imagen peor del pueblo. El diluvio universal comienza a caer. Por lo que la tarde no dará para mucho más que para meterse a tomar un café calentito y reflexionar a ver si queremos hacer el crucero para ver ballenas.
Tras la deliberación, al final ninguno vamos a hacer el crucero, por lo que retornamos a la búsqueda de camping con comodidades para pasar la tarde. Y sí, efectivamente, lo encontramos. Camping con jacuzzi, es decir, con una piscina de agua caliente. Al preguntarle al niño que estaba en la piscina que qué tal estaba el agua, se le pusieron los ojos en blanco y balbuceó algo como… “Ahhh… perfect…”. Si no fuera porque el niño no tendría más de 10 años y estaba en una piscina diría que ha tenido un orgasmo.
Pero puedo confirmar que el agua estaba… “peeeeeeerfectaaaaaa”. Así que qué mejor manera de rematar el día que con un bañito caliente, de esos que te quedas en la piscina hasta que tienen las manos como una señora de 120 años.