viernes, 5 de abril de 2013

Gran Muralla China

05.04.2013
Para celebrar mi 31 cumpleaños, habrá que hacer algo especial. Y qué puede ser más especial que… ¿visitar la gran muralla china?
A las 5:30 de la mañana nos levantamos para ponernos rumbo a Dongzhimen, que desde allí tomaremos el autobus en teoría directo a Mutianyu, uno de los sitios donde es accesible la muralla china. Pero al llegar allí…
¡Sorpresa! El autobús aparentemente no existe, con lo cual tendremos que coger otro que nos lleve lo más cerca posible, y de ahí en taxi o minibus hasta la muralla. En el autobús hemos conocido a dos tipejos australianos muy majetes. De Sydney ellos, y casi más perdidos que nosotros, si eso es posible…
La GRAN muralla
A la llegada a Mutianyu, encontramos un maravilloso supermercado en el que se venden todo tipo de artilugios, souvenirs, comestibles… Una tónica en la popular China de Mao.
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Para subir, decidimos tomar el camino difícil. O dicho de otra manera, el cansado. En vez de usar el teleférico, decidimos ascender por las escaleras hasta ella.
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Según la tipeja de la taquilla, tenemos una hora de “escalada”, pero realmente en media hora lo tenemos alcanzado. Y al llegar arriba…
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Pues la muralla es… impresionante.
Es una sensación dificilmente descriptible. El paisaje, la situación, la muralla en sí, el imaginar lo que debió de ser en el momento en que fue construida, conforman una imagen espectacular, que indican el porqué de que sea considerada una de las maravillas del mundo.
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En la sección de Mutianyu recorremos toda la parte visitable, subiendo a las torres que lo permiten, llegando al final hasta una zona que no está restaurada, pero que ofrece unas vistas impresionantes.
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Eso sí, el camino no os creáis que ha sido fácil.
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Para bajar, estos chinos simpáticos han construido un tobogán. Con un cacharro lo suficientemente inseguro como para que me merezca la pena tirarme se baja desde la muralla hasta la parte baja de Mutianyu, en teoría a bastante velocidad.
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Digo en teoría, porque si bajas detrás de una familia completa, con su correspondiente niño, la velocidad a la que hemos bajado oscilaba entre 0 y 1 km/h. Aun así, merece la pena. Ah, y siempre bajo la “atenta” mirada de los agentes del régimen comunista.
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De ahí, recuperar energías comiendo algo y vuelta a Pekín, con la sensación del deber cumplido y de haber disfrutado parte del día de mi cumpleaños en uno de los sitios más increíbles del mundo.
Peking Duck
Para cenar, dado que es el día de mi cumpleaños y habrá que hacer algo especial, tendremos que probar el famoso pato pekinés.
El pato pekinés, “delicatessen” local, consiste en el pato cocinado y servido cortado en rodajas muy finas, con piel churruscada, y sin salsa. Aparte se sirve lo que creo que es puerro, cebolleta y salsa de… ¿“red beans”? ¿Soja? Junto a ello, aparecen unas tortitas muy finas que servirán para que sobre ellas sirvamos el pato con el acompañamiento, la salsa, y las enrollemos a modo de “chinese tacos”. Delicioso.
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El pequeño problema es que nos han traído para acompañar y pasar el pato… ¡cerveza sin alcohol! Si sumamos el desconocimiento del idioma, la torpeza de la camarera y nuestra empanada mental general, nos han traído una cerveza sin alcohol en lugar de la normal que habíamos creído pedir. Después de pelearnos quince minutos con ellos, no entendemos lo que nos dicen, pero nos traen un plato de fruta a modo de disculpa. Ahí asumimos que la vamos a tener que pagar aunque no nos la bebamos, pero por lo menos nos traen la fruta para que nos callemos. En fin, es lo que hay.
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Y para después, Helen’s. Nos vamos a degustar unas cervecitas locales al “bar de moda” del barrio universitario, donde los asiáticos borrachos como cubas se lo pasan como jodidos enanos. Uno de ellos, chino, se sienta con nosotros. Su cabeza parece decirle que como le hemos dejado sentarse con nosotros, es un honor para él invitarnos a cerveza. ¿He oído cerveza gratis? Pues no una, sino dos torres de tres litros de cerveza cada una a modo de recompensa por nuestra ¿amabilidad? Lo dicho, cerveza gratis.

Un cumpleaños diferente, muy diferente. Pero especial y que siempre recordaré. ¡Gracias Natalia!
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