¿Moscú? No, Nha Trang

15-16.05.2013
Como ya os anunciaba en el post anterior, me disponía a tener otra de esas experiencias religiosas, como “cantaba” Enrique Iglesias: tomar un autobús litera en Vietnam. Por lo menos es un paso adelante, ya que 14 horas en un autobús sentado serían excesivamente duras, así que por malo que pueda ser, por lo menos uno se puede tumbar.
Pero, ¿cómo es un autobús con literas? Pues fácil, como veis en las fotos, tres filas de literas con dos pisos distribuidas por el mismo, y todo iluminado con luces de colores más dignas de una casa de citas que de un autobús.

¿Comodidad? Relativa.

¿Horterismo? 100%.
El problema del viaje ya no es el autobús en sí si no las carreteras del país. Las carreteras vietnamitas tengo que decir que son terroríficas. Si a eso le juntamos que conducen como locos, que adelantan cuando quieren, vengan o no vehículos por el carril contrario, se convierte el viaje en toda una aventura. Pero lo importante es que tras 14 horas ahí encerrado, he llegado sano y salvo a mi destino, Nha Trang, al norte de HCMC.

¿Por qué Nha Trang?
En mi ruta Saigon – Hanoi quería hacer una parada en la playa. Para ello tenía dos opciones para elegir, o bien Mui Ne, playa más bonita y tranquila, o Nha Trang. En mi caso he elegido Nha Trang porque se puede hacer submarinismo y, dado que ya tengo mi licencia PADI, tendré que estrenarla, ¿no creéis?
En Nha Trang no hay demasiado que hacer. Playa, playa y playa. Con lo cual, vayámonos a la playa.

Un día de no hacer absolutamente nada más que estar tirado en la playa, nadar, leer y comprar fruta fresca a las vendedoras que pasan por la playa.
Tras pasar el día completo en la playa, vámonos a dar una vuelta por la ciudad. Mirando las fotos os podéis hacer una idea del porqué de compararlo con Moscú…

A pesar de estar en Vietnam, todos los letreros, carteles, menús de los restaurantes, se encuentran traducidos al ruso. Supongo que el hecho de que Aeroflot haya abierto rutas desde Moscú Sheremetyevo hasta HCMC y Hanoi tiene algo que ver. O eso o que los rusos ya definitivamente han invadido el mundo.
Tras la vuelta de inspección, reservemos la inmersión submarinística en la escuela “Angel Divers”, recomendada por la Lonely Planet y por Rahel, una chica suiza que he conocido en la playa, y degustemos una ración de Pho Ga en uno de los múltiples puestos callejeros que se encuentran en Nha Trang. Aquí, por supuesto, de rusos ni rastro.

Casualidades de la vida, me he ido a sentar enfrente de una misa católica. La sombra de los franceses debió de ser alargada…

Submarinismo
Y a la mañana siguiente nos vamos de excursión al mar. 45 dólares por una excursión mañanera, con dos inmersiones incluyendo todo el equipamiento, desayuno y comida incluidos. No está mal… La tropa, muy agradable. Ingleses, suizos, franceses, australianos y el representante español de moda.

Mientras tomamos un cafelito en el barco nos dirigimos a Madonna Bay, donde realizaremos la primera inmersión de las dos que tenemos programadas. Así aprovechamos también para observar la costa de Nha Trang, incluyendo el teleférico que une la costa con el resort y parque acuático Vinpearl, localizado en la isla de Hòn Tre. Dicho teleférico es el más largo del mundo sobre el mar, con 3320 metros de longitud.

Y tras casi 40 minutos de travesía llegamos a nuestro destino.

Esta vez tengo que decir que estoy muy satisfecho de mi rendimiento. Parece que la excitación de las primeras inmersiones ha quedado un poco aplacada y he conseguido controlar un poco mi respiración. He estado 50 minutos bajo el agua, a unos 17 metros de profundidad, y no me he bebido el bídón de aire, lo cual, como diría el rey de Hispanistán, “Me llena de orgullo y satisfacción”.
De ahí, tras comer algo de fruta en el barco, nos dirigiremos al segundo punto de inmersión.

Y tras concluir las inmersiones, con la sensación del deber cumplido, nos vamos a comer. Y como tengo la sensación de haber hecho pocas cosas, antes de tomar de nuevo el autobús nocturno dirección Hoi An, me recorro la ciudad buscando un templo y una pagoda, que deben ser lo único de atractivo turístico en la ciudad.
Y creedme si os digo que caminar 40 minutos, con la mochila a cuestas, a 38 grados, a las 15:00, no es excesivamente agradable. Pero he de decir que el templo en sí es bastante bonito.
En la parte inferior se localiza la pagoda de Long Son. Subiendo unos aproximadamente 250 millones de escalones, en la parte superior, se encuentra el Buda sentado de Gautama.
Tras llegar a la parte superior, rezarle a Buda con el incienso e inclinarme tres veces para que me llevara sano y salvo a la parte final de mi viaje, me he encontrado con un lugareño, el cual me ha indicado que, además del Buda que estaba contemplando, había otro Buda tumbado más abajo, en otra de las terrazas del complejo. Lógicamente, sabía que me iba a pedir dinero por su “valiosa información”, pero eso ya lo negociaríamos más adelante.
De momento, me acerco con él hasta el Buda tumbado, bastante bonito por cierto, aunque sin llegar al nivel del Buda de oro tumbado que contemplamos el año pasado en Bangkok.



Y tras la visita al templo, tomaré un taxi-moto hasta el hotel. Estos “xe-om”, como se denominan en Vietnam, están por todas las esquinas de todas las ciudades del país. Por entre 50 céntimos y 1€ te acercarán a donde quieras dentro de la ciudad. Y sí, como os podéis imaginar, son muy pesados. Aunque a veces vienen bien, no lo vamos a negar. Si algún día os dejáis caer por aquí recordad, siempre acordad el precio antes de montaros en la moto, de manera que no haya sorpresas en el momento de pagar.

Así que tras llegar al hotel sano y salvo, me preparo para otra noche en autobús. Esta vez el destino es Hoi An. ¡Allí nos veremos!