25-26.05.2013
Desde Hanoi, una de las visitas obligadas en el norte de Vietnam es la bahía de Ha Long. Esta bahía, patrimonio de la humanidad, cuenta con miles de formaciones e islotes de piedra caliza, de múltiples formas y tamaños, originados hace unos 20 millones de años, y está localizada a unos 150 kilómetros de la capital.
Como es el colofón a mi viaje, decido darme un homenaje y buscarme una excursión de un par de días, con noche en barco. He oído tantas historias de tours cutres, con timos a turistas, barcos de dudosa calidad que prefiero no escatimar, así que allá que vamos.
Me recoge un mini bus en el hostel y, al subir, algo me llama la atención. Pensando que seríamos todos turistas, resulta que sólo somos tres extranjeros y todo lo demás son locales. Y como buenos locales, poco inglés hablan. Esto va a ser una aventura, pero nada que la mímica no pueda arreglar.
Tras casi tres horas por las “maravillosas” carreteras vietnamitas, llegamos a Ha Long. De ahí, lanchita y al barco. Tras la primera exploración, he de decir que no está nada mal.
Y ya entrando en materia, decir que la bahía de Ha Long es impresionante. La cantidad de islotes, islas, peñascos es increíble. Eso sí, el resultado queda empañado por la cantidad tremenda de barcos que hay navegando. A cada lugar que mires es imposible no ver alguno, y en determinados puntos se produce un atasco curioso rayando lo bizarro.
Es curioso ver cómo los vendedores ambulantes funcionan en esta zona del país. Lógicamente estamos en una bahía. Una bahía tiene agua. Así que los vendedores ambulantes vienen con su chalupa cargada de víveres acercándose a los barcos de turistas, al estilo de lo que sucede en los cruceros en el Nilo. Interesante, le compraré unas cervezuelas a la paisanina, que las vende a un tercio de lo que valen en el barco. Señores, ¡que soy español y estamos en crisis!
La primera parada del tour será la cueva de las maravillas. Nos sueltan una horita por una cueva compuesta por tres cámaras y multitud de estalactitas y estalagmitas. No es Atapuerca, pero interesante de cualquier manera.
A la salida veo cómo los turistas son robados/atacados por unos monos demasiado listos. Mejor agarren sus pertenencias, no vaya a ser… De ahí, volvemos al barco para hacer una excursión en kayak. A mí me toca con una chica local, la cual casi no habla inglés y no sabe nadar. Nacho el macho le dice que no se preocupe, que no le va a pasar nada, y que si le pasa, yo soy su hombre. Resultado: muchísimas risas y romper un poco el hielo entre el frente vietnamita y el frente español, es decir, yo.
Y ya se nos está pasando el día. Seguimos navegando por la bahía y aprovecho para quemar la cámara tirando doscientos millones de fotos al atardecer desde la cubierta del barco disfrutando una cervecita. Desde luego, un espectáculo totalmente recomendable.
Pasemos al interior del barco y cenemos. La señorita de la agencia que me vendió el tour me lo recomendó por el trato agradable y la comida de calidad. Desde luego, no se equivocaba. Comparto mesa con una chica brasileña y un chico australiano, pareja, que son junto conmigo los únicos extranjeros. Nos sirven platos, platos y más platos, tanto de carne como de marisco.
Tras la cena, dicen que salgamos fuera, que vamos a pescar calamares. Las cañas son un palo con un sedal y un anzuelo. No pidáis más. Yo lógicamente demuestro mis nulas habilidades para la pesca y no consigo enganchar ni un maldito cefalópodo, mientras que el niño vietnamita de 8 años llena el maldito cubo de calamares. Eso sí, que vengan los de la campaña de los peZqueñines, porque éstos no pasan el tamaño mínimo aceptable.
Y para ponerle el colofón a la noche, ¡KARAOKE! Sí, efectivamente, junto con mis tres nuevas amigas vietnamitas destrozo todo el repertorio de canciones locales. Se me da mal el karaoke en español o inglés, así que no podéis imaginaros que catástrofe cantar en vietnamita. Menos mal que no hay documento gráfico/sonoro del momentazo.
Tras pasar una noche totalmente apacible en el barco y tras cagarme en el capitán que me dijo mal la hora a la que amanecía y me perdí la salida del sol, nos citamos a las 7 de la mañana para hacer taichí. Sí, habéis leído bien. Y reconozco que me ha gustado la experiencia.
Después de desayunar, seguimos con la excursión. Nos llevan a una islita muy agradable, en la que nos dicen que o nos quedamos bañándonos en la playa o subimos al templo que hay en lo alto. Y digo yo, ¿no podemos hacer las dos cosas? No, porque blablabla. Resultado, Nachito se escala la maldita montaña hasta el templo, para curiosamente encontrarme un grupo de españoles que está también de visita desde Singapur, y a continuación bajar y darme un bañito muy relajante.
De ahí, haciendo de capitán, comando el barco hasta su destino final, de nuevo el puerto de Ha Long. Desembarque y viaje de vuelta a Hanoi.
Gran excursión, no sólo por el espectáculo natural, sino también por la compañía. La experiencia con los vietnamitas, a pesar de la dificultad de la comunicación, ha sido muy especial.
Hemos comido, bebido, cantado, pescado, nadado, hecho kayak, taichi…y no podía haber resultado mejor. No creo que lo lean nunca, pero gracias Genie Luu, Quynh Vu y Trang Vu
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Desde Hanoi, una de las visitas obligadas en el norte de Vietnam es la bahía de Ha Long. Esta bahía, patrimonio de la humanidad, cuenta con miles de formaciones e islotes de piedra caliza, de múltiples formas y tamaños, originados hace unos 20 millones de años, y está localizada a unos 150 kilómetros de la capital.
Como es el colofón a mi viaje, decido darme un homenaje y buscarme una excursión de un par de días, con noche en barco. He oído tantas historias de tours cutres, con timos a turistas, barcos de dudosa calidad que prefiero no escatimar, así que allá que vamos.
Me recoge un mini bus en el hostel y, al subir, algo me llama la atención. Pensando que seríamos todos turistas, resulta que sólo somos tres extranjeros y todo lo demás son locales. Y como buenos locales, poco inglés hablan. Esto va a ser una aventura, pero nada que la mímica no pueda arreglar.
Tras casi tres horas por las “maravillosas” carreteras vietnamitas, llegamos a Ha Long. De ahí, lanchita y al barco. Tras la primera exploración, he de decir que no está nada mal.
Y ya entrando en materia, decir que la bahía de Ha Long es impresionante. La cantidad de islotes, islas, peñascos es increíble. Eso sí, el resultado queda empañado por la cantidad tremenda de barcos que hay navegando. A cada lugar que mires es imposible no ver alguno, y en determinados puntos se produce un atasco curioso rayando lo bizarro.
Es curioso ver cómo los vendedores ambulantes funcionan en esta zona del país. Lógicamente estamos en una bahía. Una bahía tiene agua. Así que los vendedores ambulantes vienen con su chalupa cargada de víveres acercándose a los barcos de turistas, al estilo de lo que sucede en los cruceros en el Nilo. Interesante, le compraré unas cervezuelas a la paisanina, que las vende a un tercio de lo que valen en el barco. Señores, ¡que soy español y estamos en crisis!
La primera parada del tour será la cueva de las maravillas. Nos sueltan una horita por una cueva compuesta por tres cámaras y multitud de estalactitas y estalagmitas. No es Atapuerca, pero interesante de cualquier manera.
A la salida veo cómo los turistas son robados/atacados por unos monos demasiado listos. Mejor agarren sus pertenencias, no vaya a ser… De ahí, volvemos al barco para hacer una excursión en kayak. A mí me toca con una chica local, la cual casi no habla inglés y no sabe nadar. Nacho el macho le dice que no se preocupe, que no le va a pasar nada, y que si le pasa, yo soy su hombre. Resultado: muchísimas risas y romper un poco el hielo entre el frente vietnamita y el frente español, es decir, yo.
Y ya se nos está pasando el día. Seguimos navegando por la bahía y aprovecho para quemar la cámara tirando doscientos millones de fotos al atardecer desde la cubierta del barco disfrutando una cervecita. Desde luego, un espectáculo totalmente recomendable.
Pasemos al interior del barco y cenemos. La señorita de la agencia que me vendió el tour me lo recomendó por el trato agradable y la comida de calidad. Desde luego, no se equivocaba. Comparto mesa con una chica brasileña y un chico australiano, pareja, que son junto conmigo los únicos extranjeros. Nos sirven platos, platos y más platos, tanto de carne como de marisco.
Tras la cena, dicen que salgamos fuera, que vamos a pescar calamares. Las cañas son un palo con un sedal y un anzuelo. No pidáis más. Yo lógicamente demuestro mis nulas habilidades para la pesca y no consigo enganchar ni un maldito cefalópodo, mientras que el niño vietnamita de 8 años llena el maldito cubo de calamares. Eso sí, que vengan los de la campaña de los peZqueñines, porque éstos no pasan el tamaño mínimo aceptable.Y para ponerle el colofón a la noche, ¡KARAOKE! Sí, efectivamente, junto con mis tres nuevas amigas vietnamitas destrozo todo el repertorio de canciones locales. Se me da mal el karaoke en español o inglés, así que no podéis imaginaros que catástrofe cantar en vietnamita. Menos mal que no hay documento gráfico/sonoro del momentazo.
Tras pasar una noche totalmente apacible en el barco y tras cagarme en el capitán que me dijo mal la hora a la que amanecía y me perdí la salida del sol, nos citamos a las 7 de la mañana para hacer taichí. Sí, habéis leído bien. Y reconozco que me ha gustado la experiencia.
Después de desayunar, seguimos con la excursión. Nos llevan a una islita muy agradable, en la que nos dicen que o nos quedamos bañándonos en la playa o subimos al templo que hay en lo alto. Y digo yo, ¿no podemos hacer las dos cosas? No, porque blablabla. Resultado, Nachito se escala la maldita montaña hasta el templo, para curiosamente encontrarme un grupo de españoles que está también de visita desde Singapur, y a continuación bajar y darme un bañito muy relajante.
De ahí, haciendo de capitán, comando el barco hasta su destino final, de nuevo el puerto de Ha Long. Desembarque y viaje de vuelta a Hanoi.
Gran excursión, no sólo por el espectáculo natural, sino también por la compañía. La experiencia con los vietnamitas, a pesar de la dificultad de la comunicación, ha sido muy especial.
Hemos comido, bebido, cantado, pescado, nadado, hecho kayak, taichi…y no podía haber resultado mejor. No creo que lo lean nunca, pero gracias Genie Luu, Quynh Vu y Trang Vu
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