sábado, 9 de marzo de 2013

Alleppey / Alappuzah

09-10.03.2013
Tras la visita a Munnar, me despido de Mike que se dirige hacia Tamil-Nadu y cojo el autobús de vuelta dirección Alappuzah (Alleppey es el antiguo nombre colonial). Me esperan otras seis infernales horas de infumable bus hasta llegar a una de las ciudades de Kerala desde las que es posible explorar las famosas “Backwaters”.
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Kerala cuenta con una red de canales de 900 kilómetros que parten de la costa y se adentran en tierra firme. Mucho antes de que existieran las carreteras, estas aguas eran las autopistas acuáticas del estado. A lo largo de esta extensa red de canales se transportaban (y aún a día de hoy) fibras de coco, frutos secos, arroz… A sus alrededores se encuentran multitud de pueblecitos aislados que siguen practicando la agricultura, tal y como se hacía hace siglos.
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Siguiendo las recomendaciones de Mike, decido dirigirme desde Munnar a Alappuzah, la conocida como “Venecia de Asia”, aunque la comparación, a mi modo de ver, deja bastante que desear. Ya le gustaría a esta cochambrosa ciudad parecerse a la bella “Venezia”. Allí me ha recomendado alejarme en el “Lemon Dew”. Una guest house limpia, con baño y agua caliente, dirigida por cuatro chicos indios jóvenes, con la idea de crear un ambiente relajado y casero entre los viajeros que allí se alojan.
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Una vez llegado a Alappuzah, me dirijo a la casa limonera, que si no llega a ser por un tipo de un templo que me ha guiado, la iba a encontrar Rita la “cantaora”, porque más escondida no puede estar. Eso sí, merece la pena. A todo aquel que vaya a Alappuzah, se la puedo recomendar. Amén de estar limpia (siempre hablando de los estándares indios, claro), el ambiente no puede ser más agradable. En su terraza he conocido un montón de buena gente, como Fabio y Francesca, con los que he compartido cerveza fresquita (un privilegio en Kerala) y experiencias acerca de nuestros viajes. Definitivamente merece muchísimo más la pena hospedarse en hostels o guest houses antes que en hoteles. Ya no es un tema de dinero, si no que parte de la experiencia de viajar es la de poder compartir con otros lo que has vivido o estás por vivir, así como aprender de los demás. Sin ninguna duda, una de las lecciones del viaje.
Tras un sueño reparador después de las seis horas de infierno, digo de bus, a la mañana siguiente me decido por fin a surcar las famosas “backwaters”. Al llegar a Alappuzah tenía mis dudas respecto a cómo proceder. Digamos que hay múltiples posibilidades a la hora de navegar. Desde montarse en un ferry público con la gente local hasta alquilar un barco-casa y tener la posibilidad de pasar noche a bordo, pasando por barquitas “góndola-style” o tours organizados. Sinceramente, viajando solo, mi idea iba más por aprovechar los ferrys públicos o apuntarme a algún tour organizado. Quizá la idea del viaje gondolero o la casita flotante para cuando tenga novia. Mientras tanto, como soltero de oro, invertiré mis euros euros dubidú en otras cosas.
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La noche anterior, cenando un “ginger chicken” delicioso en el restaurante Thaff, me he encontrado a la primera pareja de españoles desde que estoy en India. Curiosamente, el camarero me ha sentado al lado de ellos sin tener ni idea de qué planeta veníamos cada uno, así que totalmente de casualidad. Ellos me han contado que hicieron tanto el tour organizado como el viaje con el ferry público, y me han recomendado que me ahorre las rupias que vale el tour porque te enseña los mismos canales y pueblos que el ferry, que digamos vale como unas 30 veces menos. Eso sí, que me prepare para el ruido. Oído camaradas, marchando una de ferry con el populacho, que además seguro que es más auténtico. Ya gasté el comodín de la comodidad en el taxi desde Anjuna hasta Palolem con las alemanas.
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Con mi kit veraniego de camiseta sin mangas, bermudas y gafas de sol, y bajo un calorazo de 34 grados a las 10 de la mañana, me dirijo al muelle. Allí cargo provisiones (agua y un kilito de plátanos) y me pongo rumbo a Kottayam.
Durante algo más de dos horas hemos ido surcando canales y lagos hasta llegar a un punto a 10 kilómetros de Kottayam en el que el barco no puede avanzar más debido a la vegetación que puebla los canales, con los que nos tenemos que bajar y continuar a pie. La experiencia es increíble. Merece la pena venir hasta Alappuzha para poder disfrutar de este espectáculo de la naturaleza. Para muestra, como siempre, ¡dentro imágenes realizador!.
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Al desembarcar he conocido a Neus, catalana de origen y lanzaroteña de adopción, viajante solitaria como yo, y juntos nos hemos ido de caminata por pueblos que pocos turistas han visto. Vamos, deduzco que debe ser así porque nos miran como si fuéramos marcianos. De cualquier manera, como siempre en India, una experiencia enriquecedora.
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DSC_0401Llegando finalmente a Kottayam en autobús, hemos acabado comiendo un “thali” en un restaurante local. Pero local local, con lo que ello implica, es decir, comer arroz y sus distintas salsas y acompañamientos con la mano. Sí, exacto, con la manita. Allá donde fueres haz lo que vieres. Si los indios comen con la mano, nosotros no vamos a ser menos. Eso no quita que me sienta totalmente lerdo. La sensación debe ser similar a la primera vez que comes con palillos, diciéndote a ti mismo algo como… ¿y se supone que me tengo que comer todo este caldero de arroz con estos dos palitroques de madera?
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Tras la comida, degustar un heladito y vuelta en auto-rickshaw al embarcadero, como dos marqueses, que nos lo hemos ganado. Y de ahí otra vez barquito hasta Alappuzah, tras un grandioso día. Neus, eres grande. Ha sido todo un placer conocerte Winking smile.

1 comentario:

  1. ¡Qué bonito reportaje, Nacho! Podías cambiar de profesión. Lo narras fenomenal.

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