domingo, 24 de marzo de 2013

Langkawi

24-26.03.2013
Tras el éxtasis del curso de submarinismo y las aguas de Perhentian, que tan bien me han hecho por otro lado, me meto en un jaleo de tres pares de narices. No, nada grave, sólo que decido cruzarme la península malaya de costa a costa para dirigirme a Langkawi, otro de los enclaves turísticos del país.
Todo empieza con el barquito de vuelta a Kuala Besut, el pueblo más cercano a la costa, y desde el que tengo que coger otro autobús para llegar a Kota Bahru, ciudad ya mencionada en otros post y no precisamente famosa por su divertimento y jolgorrio. Allí zas, pimera en la frente.
Poniéndoos en antecedentes, estos días justamente empieza una semana de vacaciones en las escuelas malayas, con lo que la gente de bien y la de no tan bien se echan a las carreteras malayas. No sé si a visitar familiares o simplemente a disfrutar de la playa, pero el resultado es el mismo que en España con los puentes o la Semana Santa: carreteras y autobuses colapsados. Aquí yo, iluso de mí, pienso que por mi cara bonita me van a dar un asiento así porque sí, pero tras recorrer diez mostradores me doy cuenta de que no hay autobuses a Langkawi. O mejor dicho a Kuala Perlis, la ciudad más cercana a la isla desde la que salen los ferries a Langkawi. Plan B sugerido por un tipo del mostrador, que parece una versión malaya de Jordi Estadella, es coger un autobús a Butterworth, cambiando allí a otro autobús para Alor Satar, seguido por otro bus local a Kuala Kedis, y como colofón el ferry de la risa a Langkawi. Disparatado, ¿verdad? Pues eso es lo que pensé yo, pero al mismo tiempo que compraba el billete. Así, si me quería arrepentir, ya era tarde.
13 horas
Las que he tardado en llegar desde Kota Bahru a Langkawi. Hombre, podría haber cogido un avión y por 100€ haber ido como un señor, pero no hubiera tenido tanta gracia. Así que con mis 13 horas de Transportes Asociados de Malasia, me toca otra misión complicada: alquilar un scooter.
Sí, Langkawi es una isla relativamente grande, con lo que si no tienes un scooter o un coche, date por perdido. Básicamente porque no existe transporte público en la isla, con lo que la única opción que queda es moverse en taxis, que no son precisamente baratos. Supongo que aunque Langkawi es una isla “duty free”, el impuesto revolucionario al turista sigue estando presente.
Los queridos dueños de los scooters me piden mi carnet de moto. Esto, querid@s, no es ni Tailandia ni India, donde si te piden una licencia les puedes perfectamente enseñar el carnet de socio del Kids Club de Burger King, que te van a alquilar la moto igual. Aquí me ha costado una hora convencerles de que con mi carnet de conducir europeo puedo conducir todo tipo de motos, guiándome por los símbolos que salen en nuestros carnets. Les he dicho que los asteriscos que salen hasta llegar a la licencia B, de cochecitos, quieren decir que está permitido. Lógicamente, como no entienden ni papa de español, compran y salgo zumbando con mi moto, mis dos mochilas y los 35 grados. Dirección: Pantai Cenang.
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Pantai Cenang
Pantai Cenang es, de alguna manera, la zona más famosa de la isla. Es donde se encuentran la mayoría de hoteles, hostels, resorts y guesthouses de la misma. Allí me dirijo a buscar alojamiento, porque aunque tengo una reserva en una guesthouse, no estoy muy convencido de la misma, amén de que se han subido un poco a la parra con el precio (12€ la noche). Al final, The Cottage. Cama en un hostel limpito como pocos, con Internet, café y té gratis por 5€. No en primera línea de playa pero como tengo la moto, problema solucionado. Compartiendo además habitación con dos francesas majaras, un croata que parece el doble de Jean Claude Van-Damme… más no se puede pedir.
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Aparte de mis aventuras, Langkawi es playa. Hay poco o nada más que hacer en Langkawi que dedicarse a ir a la playa, leer, hacer deportes acuáticos y beber. Bueno, fumar también se puede y es barato, ya que como he comentado al principio, estamos en una isla “duty free” y aquellos productos fuertemente gravados con impuestos como el tabaco y el alcohol aquí son muchísimo más baratos que en el resto del país.
Pero además de la playa, que también tengo que decir que ya he me pegado unas buenas sesiones en Perhentian, me las he ingeniado para visitar el Cable Car de Langkawi.
El Sky Cab es un teleférico que sube desde la Oriental Village hasta la cima de la montaña más alta de la isla.
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He concidido en mi cabinita con una pareja singapurense muy simpática. Así se hace más amena la subida y además me pueden echar una foto. Joder, que sólo enseño paisajes.
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Todos me preguntan que por qué viajo solo. Deben de pensar que soy algún tipo de personaje asocial sin amigos, o algún lunático emigrado de algún país perdido para evitar dar con sus huesos en el “maco”. Vaya usted a saber.
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De ahí, he seguido con la moto hasta las Seven Walls Falls, unas cataratas curiosas a las que se llega ascenciendo 588 escalones (no lo digo yo, lo dice la foto) y en cuyos siete pozos es posible darse un chapuzón, como los indios de las fotos.

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Y de ahí, como gato al que le pica la curiosidad, me he adentrado en la jungla buscando el origen del agua. Tras una hora de caminata, he decidido abortar la misión. Sólo, sin agua y calzando chancletas, creo que no es una buena idea adentrarse en la jungla.
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Digamos que la sensación que me llevo de Langkawi es un poco agridulce. No es que no me haya gustado. Tiene cosas interesantes y desde luego que las playas son muy dignas, a pesar de que el agua parezca más una alcantarilla que la piscina transparente de Perhentian.
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Pero me esperaba más… No me llena ni como playa ni como fiesta. Tendré que volver en otra vida para comprobarlo. Mientras tanto, sigamos con la ruta malaya dirección Penang, la perla de Oriente.

1 comentario:

  1. ¡Qué atrevido! Muy bien en la foto y muy moreno, podías pasar casi por un "nativo". Sigue disfrutando de tu viaje y de tu expedición malaya.

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