07.03.2013
Tras el viaje infernal en tren desde Canacona a Kochi, por fin puedo estirar las piernas en Ernakulam, la parte continental de Kochi. Para los no iniciados en geografía Keralense, Keraloide o Keraliana (nada que ver con Kafkiana), Kochi se divide en varias partes: Ernakulam –la parte del continente- y Fort Kochi y Mattancherry, separadas de Ernakulam 15 minutos en ferry.
Gracias a los alemanes que he conocido en Goa y que me han recomendado no quedarme en Ernakulam, tomo directamente el Ferry a Fort Kochi, parte más tranquila y colonial de la ciudad. Allí, búsqueda de alojamiento, como siempre.
De casualidad, localizo la “Kevin’s Homestay”. Por 500 rupias (7€) tengo la mejor habitación y el baño más limpio desde que llegué a India. Decir que Wilson y su esposa me han tratado genial, abriéndome su casa y ofreciéndose a ayudarme en todo aquello que pudiera necesitar. Así pues, si alguna vez os dejáis caer por Fort Kochi no lo dudéis. Apuesta segura.
Fort Kochi es un lugar diferente. Si no fuera porque hay indios por la calle, uno no diría que está en India. No se ve la suciedad, la pobreza, el caos de otras partes del país. Es, por tanto, un pequeño remanso de paz.
Como mayores atracciones, tenemos una basílica y una iglesia, ambas católicas. Llama bastante la atención el tema del catolicismo, amén de que a mí no deja de hacerme gracia ver a los indios con cruces colgadas del cuello. Mi cruz… creo que la perdí en los carnavales de Las Palmas, con mi maravilloso a la par que blasfemo disfraz de “monje castigador”…
Una de las cosas interesantes que me he encontrado aquí son las redes chinas de pescado. Los pescadores utilizan unos aparejos de pesca que datan del sigo XIV, y que aún siguen en uso.
Alrededor de ellas hay todo un mercado de marisco y pescado fresco, donde uno puede comprar relativamente barato y dejar que se lo cocinen en uno de los restaurantes de la zona por un par de euros.
Paseando por allí me he encontrado de nuevo a Mr. Besta, un chaval nepalí que conocí el día anterior en la estación de Canacona. Small World. Así pues, como los dos nos alegramos de vernos, vamos a darnos un festín de gambitas y pescaíto de la zona.
Para terminar, un par de Kingfisher. La mejor forma de concluir un gran día.
Tras el viaje infernal en tren desde Canacona a Kochi, por fin puedo estirar las piernas en Ernakulam, la parte continental de Kochi. Para los no iniciados en geografía Keralense, Keraloide o Keraliana (nada que ver con Kafkiana), Kochi se divide en varias partes: Ernakulam –la parte del continente- y Fort Kochi y Mattancherry, separadas de Ernakulam 15 minutos en ferry.
Gracias a los alemanes que he conocido en Goa y que me han recomendado no quedarme en Ernakulam, tomo directamente el Ferry a Fort Kochi, parte más tranquila y colonial de la ciudad. Allí, búsqueda de alojamiento, como siempre.
De casualidad, localizo la “Kevin’s Homestay”. Por 500 rupias (7€) tengo la mejor habitación y el baño más limpio desde que llegué a India. Decir que Wilson y su esposa me han tratado genial, abriéndome su casa y ofreciéndose a ayudarme en todo aquello que pudiera necesitar. Así pues, si alguna vez os dejáis caer por Fort Kochi no lo dudéis. Apuesta segura.
Fort Kochi es un lugar diferente. Si no fuera porque hay indios por la calle, uno no diría que está en India. No se ve la suciedad, la pobreza, el caos de otras partes del país. Es, por tanto, un pequeño remanso de paz.
Como mayores atracciones, tenemos una basílica y una iglesia, ambas católicas. Llama bastante la atención el tema del catolicismo, amén de que a mí no deja de hacerme gracia ver a los indios con cruces colgadas del cuello. Mi cruz… creo que la perdí en los carnavales de Las Palmas, con mi maravilloso a la par que blasfemo disfraz de “monje castigador”…
Una de las cosas interesantes que me he encontrado aquí son las redes chinas de pescado. Los pescadores utilizan unos aparejos de pesca que datan del sigo XIV, y que aún siguen en uso.
Alrededor de ellas hay todo un mercado de marisco y pescado fresco, donde uno puede comprar relativamente barato y dejar que se lo cocinen en uno de los restaurantes de la zona por un par de euros.
Paseando por allí me he encontrado de nuevo a Mr. Besta, un chaval nepalí que conocí el día anterior en la estación de Canacona. Small World. Así pues, como los dos nos alegramos de vernos, vamos a darnos un festín de gambitas y pescaíto de la zona.
Para terminar, un par de Kingfisher. La mejor forma de concluir un gran día.
¡Vaya mariscada! ¡Y qué buena pinta! Y luego presumimos de Sanxenxo. Sigue disfrutando y haciéndonos partícipe de tu aventura asiática.
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