viernes, 15 de marzo de 2013

Melaka

15-17.03.2013
Después de un par de días en Singapur, va siendo hora de que ponga de nuevo rumbo a destinos más exóticos. Vaýámonos a… digamos… Malasia.
Quizá Malasia es un país que no aparecerá en la lista de sitios a visitar de muchos de vosotros, pero estoy totalmente convencido de que me va a deparar interesantes aventuras en las casi tres semanas que tengo por delante. Sin un rumbo completamente definido, decidimos que la primera parada va a ser Melaka, a unas tres horas de Singapur.
Para llegar a Melaka desde Singapur tenemos dos alternativas: la de ricos y la de pobres. Otra forma de verlo sería la fácil y la menos fácil, o la cómoda y la menos cómoda. Y ya que estamos de viaje de aventuritas por el mundito, creo que huelga decir qué alternativa he tomado.
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Pero dejadme que me explique un poco más. Justo recogiendo mis bártulos en el hostel he conocido a Joshua, un inglés que casualmente me ha preguntado si sabía cómo llegar a Melaka desde Singapur. Si nos remontamos a la tarde anterior, fumando un cigarro –sintiéndome un criminal- en una esquina de “Little India”, hablando con un fulano de Bangladesh, me he comentado que la forma más barata de llegar a Melaka es coger un bus local de Singapur hasta Johor Bahru, la primera ciudad en territorio malayo, y de ahí coger un autobús local a Melaka. Así, sólo se paga precio singapurense hasta la frontera, pagando luego precio malayo. Es lo que tiene mezclarse con los lugareños, que se aprenden los “tips del insider”.
Total, que tras automáticamente descartar la idea de regalarme un viaje placentero y cómodo sin transbordos desde Singapur, le cuento a Joshua mi plan, decidiéndose a acompañarme en la “aventura” –las comillas vienen porque creo que después de las aventuras en India, esto puede ser un chiste malo-.
Pero ay amigos. No es todo tan sencillo como parece a priori en el mundo civilizado. Manejo dos teorías: o mueven las paradas de sitio, o los singapurenses se explican bastante mal, a pesar de su inglés relativamente decente. Hemos tardado una hora en recorrer tres calles hasta dar con la parada rebelde. Pensemos en positivo: objetivo cumplido. Nos esperan cuarenta y cinco minutos de plácido viaje en el que Joshua y yo nos vamos contando nuestras respectivas vidas, junto con algún otro turista mochilero que también nos acompaña. Lo cual me plantea otro enigma: o la gente es muy lista, o Google tiene muchas respuestas, o al tipo de Bangladesh de un par de párrafos más arriba le gusta hablar demasiado. Resultado: frontera Singapur – Malasia pasada y llegada a Johor Bahru. ¡Zack!
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Tras cambiar mis dólares singapurenses a ringit malayos (1€ = 4 ringit), tomamos rumbo a Melaka. Ahora sí, déjenme señoritas y caballeros contar un poco de historia de Melaka, que tengo tiempo y me puedo explayar.
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Melaka, allá por los tiempos en los que Kuala Lumpur era un hediondo agujero y que Penang todavía no era la perla de Oriente en que en algún momento se convertiría, era uno de los puertos con más tráfico de Asia. Con el paso de los años, perdió su “status” en favor del primo rico del sur (Singapur), pero a día de hoy sigue manteniendo un encanto que hace que merezca mucho la pena dedicarle cierto tiempo en el camino desde Singapur. De ser un simple pueblo pesquero hasta el siglo XIV, pasó a ser uno de los puerto principales de la zona, situado entre China e India, y así mismo con acceso a las especias de Indonesia, bajo el mandato del príncipe hindú Parameswara.
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Muchos chinos en aquel momento decidieron acercarse a aquel poderoso estado que se estaba gestando, mezclándose con los pobladores “malay” originales, dando lugar a una mezcolanza que todavía, a día de hoy, es palpable en la ciudad.
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Allá por el año 1511, Alfonso de Albuquerque tomó la ciudad para Portugal, trayendo a su vez consigo el catolicismo en la musulmana Melaka. Lamentablemente para ellos, si bien sus cañones pudieron conquistar la ciudad, no pudieron forzar a los mercaderes musulmanes a seguir utilizando el puerto de la ciudad, por lo que otros puertos en la zona fueron sumiendo lentamente a la ciudad en la penumbra.
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Los holandeses, que andaban por aquellos tiempos jugando a los soldaditos en la vecina Indonesia, tomaron el control de la ciudad en 1648, gobernando la ciudad durante 150 años, ayudando a que Melaka recobrara parte del “glamour” que había tenido en épocas pasadas. Sin embargo, tras la ocupación francesa de Holanda, los británicos tomaron el control de la administración de la ciudad, pasando a ser uno de los tres territorios de la península desde que se gestaría la expansión británica en la zona junto con Penang y Singapur. Sin embargo, Melaka nunca volvería a recuperar el papel que tuvo antaño, quedando como una ciudad tranquila que resucita poco a poco gracias al papel del turismo.
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Entre la sábana histórica, ya habéis podido ver algunos de los rincones que conforman Melaka. Es una ciudad muy agradable, acogedora, que desprende de alguna manera un encanto especial, en particular toda la orilla del río que cruza la ciudad.
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Ahora, que como se esfuercen en conseguirlo a base de pasear a los turistas en triciclo con la música más hortera de los 90 sonando a todo volumen por las calles de la ciudad, lo llevan claro. Conmigo que no cuenten.
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Junto con Joshua, me dirijo a la Jalan Jalan Guesthouse. He leído muy buenas críticas en Internet y decidí reservar una noche, que por viajar una vez con un plan definido y un sitio seguro donde dormir no va a pasar nada. Resultado: acierto total. Una guesthouse tremendamente acogedora, regentada por Sam, en la que cuenta con todo lo básico para hacer de la estancia en Melaka una balsa de aceite. Encima resulta que, el día que llegamos, es su cumpleaños y nos invita a todos a cenar en la zona común de la guesthouse. De olé.
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Justamente también, el fin de semana se celebra un mercado nocturno en el barrio de “Chinatown”. Miles de puestos de comida, así como de todo tipo de artilugios inservibles, pueblan la calle principal del barrio. Junto con algunos otros huéspedes del hostel, me adentro en el mismo.
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Dos japonesas, una taiwanesa, un inglés, un alemán y yo. No sé si parece la ONU o un chiste, pero tengo que reconocer que ha estado muy gracioso cantando y bailando en el karaoke así como probando el durian, esa fruta denominada “… de los reyes”, pero que no huele si no que desprende hedor.
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Por la mañana, como no puede ser de otra forma, habrá que desayunar como los locales. Así pues, ponemos destino a un restaurante de comida chino-malaya en la esquina.
Sinceramente, la idea de comer dim-sum y pastel de pescado a las 9 de la mañana no me termina de convencer, pero allá donde fueres haz lo que vieres, así que ahí estamos nosotros como campeones, sin tener ni idea de qué pedir porque el menú sólo está en chino y no tiene fotos, y señalando como imbéciles a aquellos platos que nos llaman la atención. Resultado: risas. De momento no hay vómitos.
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Ah, lógicamente también teníamos por aquí al pequeño Karl, como siempre haciendo de las suyas.
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Como última atracción, he descubierto unos jardines muy agradables en los que resguardarse del asfixiante calor que hace en Malasia. Disfrutad de las fotos.
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Y una vez que le hemos sacado todo el jugo a Malaka, llega la pregunta de siempre. ¿A dónde dirigirnos? Tras descartar la jungla dado que no es que vaya especialmente preparado para sufrir ataques de hordas de sanguijuelas, decidimos dirigirnos a las islas Perhentian. Aparentemente, un remanso de paz en el noreste del país enfocado a la práctica del buceo. Veremos qué nuevas aventuras depara Malasia. De momento, toda una sorpresa.

5 comentarios:

  1. Grandiosa y sorprendente Malaka, gran relato Herr

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  2. Una crónica de Malaka desconocida, pero muy didáctica, completa y divertida. Sigue disfrutando, Nacho.

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  3. Jajaja, me encanta tu planteamiento de viaje a lo "cat-like", curiosidad y meterte en el mundo local 100%.
    La primera parte me recuerda en cierto modo a la llegada a Bangkok en el autobus de linea aquel.

    Ale, abrazos desde el mundo civilizado (o igual no lo es tanto?)

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  4. Gracias padre.

    Chapita, es lo suyo. Si vas de resort en resort, viajando en primera clase y comiendo en restaurantes occidentales no tiene gracia. Hay que mimetizarse con el entorno ;) Abrazos desde el mundo incivilizado (o igual es más civilizado de lo que nos pensamos :P)

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